En un experimento llevado a cabo en una enorme acuario con una serie de lucios , que son unos peces carnívoros capaces de comer gran número de pequeños pececillos cada vez que abren la boca, un grupo de investigadores aislaron a uno de ellos a un lado de la pecera, separándolo del resto de peces, de los grandes y de los pequeños, por un cristal transparente.
Durante un tiempo, el lucio intentó comer algunos de aquellos peces que nadaban frente a él, pero cada vez que abría su boca, golpeaba contra aquel cristal y lo único que sentía era dolor.
Pronto, el lucio dejaría de intentar cazar siquiera.
Una vez que había desistido, los investigadores retiraron el cristal que dividía la pecera y le separaba de todos aquellos peces. Pero él, para entonces, había llegado a creer que era imposible comer peces, y a pesar de nadar junto a ellos, ni siquiera intentó abrir la boca para comer. Porque en su cerebro se había implantado una sensación de dolor cada vez que lo intentaba, y la creencia de que de esa manera no podría nunca comer.
De lo que el Lucio no se dio cuenta es de que él seguía actuando como si las condiciones en aquella pecera fueran las mismas, cuando en realidad, se habían producido ciertos cambios que quizá hubieran hecho posible que en el presente los mismos actos pudieran dar lugar a resultados diferentes. Pero el lucio no solo no lo intentó una vez más, sino que finalmente se dejó morir de hambre.
El ser humano, como aquel lucio, presenta una serie de conductas y pensamientos que en infinidad de ocasiones se establecen en base a experiencias pasadas. Nuestro miedo al cambio, o el miedo a salir de nuestras zonas de confort, nos impide tomar decisiones coherentes y nos aferramos a la imposibilidad de gran número de cosas, sólo por el hecho de que en el pasado los resultados hayan sido negativos en esos ámbitos, sin ni siquiera haber constatado que las condiciones que se dan, puedan o no ser las mismas que se dieran entonces.
Hoy en día, el hecho de que ciertas creencias, la mayor parte de las veces equivocadas, se arraiguen en nuestro cerebro y no seamos capaces de hacerles frente porque la historia nos hace creer que son imposibles, se conoce como el Síndrome del Lucio.
No nos damos cuenta de que a nuestro alrededor todo cambia. Incluso nosotros mismos cambiamos como consecuencia de las experiencias que tenemos en la vida. Por eso, antes de tomar por cierta cualquier repuesta a nuestros deseos, debemos tener en cuenta si las condiciones que se dan son las mismas que aquellas que nos impidieron alcanzar esos mismos deseos en el pasado.
Y es que, como el lucio, nosotros también dejamos pasar nuestras mejores oportunidades sin darnos cuenta de que muchos de aquellos cristales que nos separaban de nuestros objetivos, han desaparecido.
No queramos actuar como aquel lucio y rendirnos ante aquello que creemos conocer. Vivamos el cambio y avancemos tomando decisiones.