En infinidad de ocasiones en el transcurso de nuestra vida, nuestras decisiones pueden verse afectadas por factores externos que hacen que nuestra existencia se mueva en una de las dos únicas posibles direcciones en la que pueda moverse: la dirección correcta, y la dirección equivocada. Y sólo el tiempo y la experiencia nos dará a ciencia cierta tan importante respuesta.
La noche del sábado 15 de Noviembre de 2012 probablemente se convierta en una de esas noches en las que un factor externo a mi vida provoque a medio plazo un cambio en mi persona. El culpable, uno de los mayores guitarristas de todos los tiempos, si no el más innovador y virtuoso de los que haya tenido la oportunidad de escuchar. El Gran Steve Vai. El lugar, la sala Santana 27, en Bilbao, España.
Mi juventud siempre estuvo ligada al mundo de la guitarra. Músico aficionado, con oído para el solfeo y aptitudes para la educación musical en general, siempre me esforcé en poder llegar a ser algún día como aquellos músicos que dominaban aquello que hacían. Y durante varios años incluso me mudé de ciudad para poder ampliar mis estudios en alguna escuela privada en la que aprendí a sentir la música de verdad… José Manuel, si me estás leyendo, gracias de verdad.
Una de mis mayores influencias fue, sin duda, la de aquel extravagante, joven y loco Steve Vai, que empezaba a destacar entre todo el panorama como el sucesor del malogrado Jimi Hendrix.
Siempre he admirado a esta persona, en primer lugar por su gran espíritu motivador y por ser un verdadero ejemplo de superación. Y en lo profesional, naturalmente, como el excelente musico que ha alcanzado a ser. A pesar de ser un referente en mi vida, mi trayectoria profesional no ha podido ir ligada al mundo de la música y he acabado dedicándome a otro tipo de negocios. Y sin embargo, a pesar de estar inmerso en diferentes asuntos que pudieran proporcionarme un sustento, en más de una ocasión he deseado volver a sentir el tacto de las cuerdas de mi guitarra sobre las yemas de mis dedos.
Ayer, en la pista de una sala de conciertos, en un ambiente cargado de luces, amplificadores y la historia de un músico que me conozco de memoria, algo me hizo sentir que el éxito en la vida podría simplemente depender de abrir y cerrar bien las puertas que se vienen apareciendo periódicamente delante de uno. Que podremos ganarnos la vida vendiendo cafés, trabajando en una oficina de banco o fabricando piezas para automóviles, pero si no lo remediamos, nuestro inconsciente y nuestro instinto de superación no se sentirán realizados y algo estará impidiendo que podamos sacar lo más grande que llevamos dentro de nosotros. Algo que, en mi caso, quizá ni siquiera pueda estar relacionado con la música o con las tareas a las que me dedico actualmente. Pero que sin duda llevo dentro de mi ser, como cada uno de nosotros llevamos algo inspirador en nuestro interior, y que está esperando a que empecemos a sentirnos verdaderamente realizados con nuestra labor en esta vida para emerger hacia afuera.
Nunca hasta el momento había hablado en primera persona en este blog. Pero siento que esta historia resultará familiar a muchas otras personas. Si de verdad aspiramos a dar lo mejor de nosotros mismos en este mundo, debemos tener nuestras conciencias tranquilas, y estar en armonía con todo lo que nos rodea. Y ello implica buscar cerrar bien las puertas que se nos vienen abriendo en nuestro camino.
Una de mis puertas, y probablemente la mayor de ellas y la que ha estado golpeando constantemente en mi cabeza en los últimos tiempos ha sido la música. Es algo que siento que está luchando desesperadamente por salir de dentro de mí. Mi cuerpo y mi mente me agradecerán y compensarán eficientemente en el momento que toda mi energía fluya hacia afuera, en mi caso, a traves de una guitarra.
Todos tenemos esas puertas que deben ser cerradas. Un deseo no cumplido de nuestra infancia, una relación rota con un ser querido, o esa actividad que posponemos año tras año por falta de tiempo o de dinero, han marcado nuestro pasado y están afectando a nuestro presente. Pero estamos a tiempo de que ellas no decidan sobre nuestro destino. Somos nosotros los que diseñamos con nuestras acciones nuestro destino cuando hacemos lo que realmente sentimos que hemos venido a hacer en la vida.
Anoche, un acontecimiento motivador me llevó atrás en el tiempo, para que pudiera observar aquella puerta que permanece abierta, que permite pasar demasiadas impurezas a mi vida y me impide visualizar correctamente mi “panel de los deseos”. En mi caso ha sido un sueño de infancia, uno de mis mayores sueños. Podré llegar a ser mejor o peor músico, pero se que tengo una guitarra esperando a que canalice a través de ella la energía que ha permanecido mucho tiempo atascada dentro de mí. Y que una vez canalizada, sentiré que habré abierto la vía a que toda esa energía fluya en los demás aspectos importantes de mi vida.
“si realmente quieres y te lo propones, podrás ser mejor que yo”
(Steve Vai)
Seremos mejores o peores personas, o más o menos profesionales y técnicos, Pero con toda seguridad, si seguimos nuestros deseos, seremos lo mejor que podamos llegar a ser. En todos los aspectos de nuestra vida.
Demasiado metafísico para mí….. Pero a ver si es cierto,y vuelves a coger la guitarra!!!!!!
Te aseguro que ya estamos en ello, Laura. Con ilusión y muchas ganas. Gracias de verdad.